miércoles, 29 de noviembre de 2017

Privilegiado

Cuando uno asiste a las celebraciones religiosas difícilmente piensa "algún día voy a estar frente al padre siendo yo el protagonista de esta celebración eucarística", solo pasa y ya. El sábado pasado fue el bautizo de mi hijo y, estando frente al padre escuchando el sermón donde me comprometí a ser guía de mi retoño en el camino del señor, me cayó el veinte de que por primera vez yo era el que estaba sentado lo más adelante posible en la iglesia.

No soy un tipo creyente, al menos no de aquello que representa una iglesia organizada como la católica, a la cual pertenezco por costumbre más que por decisión propia. Si decidí bautizar a mi hijo fue para evitar tener a sus abuelas y abuelos jodiéndome hasta el fin de nuestros días con este tema. En realidad fue para quitarme un problema más que por la intención de inscribir a B. en la lista de invitados a la cena del Señor. El resto de los sacramentos ya irán por su cuenta si es que cuando él tenga uso de razón decide continuar con su participación en la iglesia. (Si no se me olvida, algún día escribiré sobre mi postura al respecto).

Como mencioné el post anterior, B. apenas cumplió su primer año así que decidimos juntar la celebración de su bautizo con su primer cumpleaños. Para ello organizamos una "pequeña" fiesta donde nos acompañaron nuestros familiares y amigos cercanos. La celebración marchó en orden y sin mucho que resaltar pero lo que me llevó a escribir este texto fue que, al estar recogiendo todas las envolturas y cajas de juguetes de todos los regalos que B. recibió y que abrimos a lo largo de estos días y que fuimos dejando regadas en el comedor, me di cuenta de lo privilegiado que es mi hijo.

Aun antes de nacer, B. tuvo la fortuna de recibir muchos regalos en su baby shower al grado que prácticamente no le hemos comprado ropa. Ya fuera del vientre de su madre, continuó recibiendo regalos y muestras de afecto de gente que incluso no tenemos mucho contacto o que ni siquiera conocemos (desde aquí mando un saludo a las señoras amigas de mi mamá que solo he visto de lejos 1 o 2 veces en la vida). Hoy, al recoger toda esta basura y recordar cuántas bolsas o cajas de regalo había o ver todos los juguetes y ropa que están sobre los sillones no puedo más que pensar que B. efectivamente es un niño privilegiado. Me he puesto a recordar algunas de las fiestas infantiles a las que he asistido y no recuerdo haber visto una donde hubiera tanta cosa. Aunque tal vez se trate de un tema de memoria selectiva, no quita que hay niños que jamás contarán con tantas cosas como las que B. está recibiendo.

Me siento abrumado de solo pensar en la responsabilidad que tengo para hacer que mi hijo aprecie todo esto y no crea que se lo merece solo por ser él, sino que entienda que la vida le sonrie y al final termine devolviendo un poco de lo que hoy le está tocando. No se cómo le voy a hacer para que así sea pero supongo que Dios me proveerá de los medios para hacerlo.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Un año

Hoy hace un año debuté como padre. Ha sido el año qué más rápido se me ha ido en los 31 que tengo de estar respirando el tóxico aire de la CDMX.

Este año ha estado lleno de aprendizajes, desesperaciones, autoconocimiento y, aunque no lo demuestre como todos esperan, felicidad.

No quiero caer en el cliché de todo padre mentiroso, ese donde asegura que sus hijos les han traído sólo felicidad, porque ahora que tengo uno les creo todavía menos que cuando no me había reproducido. Un hijo te trae alegría pero también problemas, incluso cuando es un hijo planeado como fue el caso del mío, muchos problemas.

Noches de dormir en periodos de hora y media, peleas con tu mujer por no estar de acuerdo en ponerle suéter al niño bajo el sol a 24 grados centígrados, angustia de ver que tu presupuesto está mas que volado por lo pagos de guardería , pediatras, pañales y tus nulas ganas de cambiar hábitos que hoy ya no puedes mantener, quedarte dormido sin cenar y despertar a las 2 todavía con la ropa puesta, limpiar el batidero de papilla que no se quiso comer. Todo eso que se borra con una sonrisa de ese pequeño conjunto de tus genes y los de tu esposa cuando entras al cuarto y te ve después de 5 minutos de no verte, una eternidad para él.

Tener un hijo me ha ayudado a confirmar muchas de las cosas que solía decir antes de estar casado. La intención de este post es retomar esta bitácora para plasmar todo lo que he confirmado de aquellas frases que hoy todo el mundo me echa en cara y dejar testimonio de lo que he aprendido en este contrato social conocido como matrimonio.

Mientras lo anterior pasa no quiero dejar pasar la oportunidad de apuntar que hace 365 días, a las 21:08 horas vi la cara del que espero sea mi único heredero y creo que nunca había sentido con tanta claridad eso que llaman felicidad.