lunes, 20 de noviembre de 2017

Un año

Hoy hace un año debuté como padre. Ha sido el año qué más rápido se me ha ido en los 31 que tengo de estar respirando el tóxico aire de la CDMX.

Este año ha estado lleno de aprendizajes, desesperaciones, autoconocimiento y, aunque no lo demuestre como todos esperan, felicidad.

No quiero caer en el cliché de todo padre mentiroso, ese donde asegura que sus hijos les han traído sólo felicidad, porque ahora que tengo uno les creo todavía menos que cuando no me había reproducido. Un hijo te trae alegría pero también problemas, incluso cuando es un hijo planeado como fue el caso del mío, muchos problemas.

Noches de dormir en periodos de hora y media, peleas con tu mujer por no estar de acuerdo en ponerle suéter al niño bajo el sol a 24 grados centígrados, angustia de ver que tu presupuesto está mas que volado por lo pagos de guardería , pediatras, pañales y tus nulas ganas de cambiar hábitos que hoy ya no puedes mantener, quedarte dormido sin cenar y despertar a las 2 todavía con la ropa puesta, limpiar el batidero de papilla que no se quiso comer. Todo eso que se borra con una sonrisa de ese pequeño conjunto de tus genes y los de tu esposa cuando entras al cuarto y te ve después de 5 minutos de no verte, una eternidad para él.

Tener un hijo me ha ayudado a confirmar muchas de las cosas que solía decir antes de estar casado. La intención de este post es retomar esta bitácora para plasmar todo lo que he confirmado de aquellas frases que hoy todo el mundo me echa en cara y dejar testimonio de lo que he aprendido en este contrato social conocido como matrimonio.

Mientras lo anterior pasa no quiero dejar pasar la oportunidad de apuntar que hace 365 días, a las 21:08 horas vi la cara del que espero sea mi único heredero y creo que nunca había sentido con tanta claridad eso que llaman felicidad.

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